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XVIII

Nos lanzan las migajas que les sobran riéndose histéricos y antropófagos mientras nos ven esclavos sin motivo, apresados por jaulas sin barrotes. Sueltan los perros si damos el paso soñando el suelo de donde venimos, sin saber que ya no existe tal sitio porque lo cubrieron de sus mentiras: que todos son demócratas y limpios, que somos libres y también iguales o que los pobres somos clase media. Y tú no pestañeas, te lo tragas. Si el fin de mes ya no es el día treinta, cualquier cosa podrá ser un soneto.

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